¿Qué pasaría si los árboles tuvieran oídos y estuvieran dispuestos a contarnos lo que escuchan? Adaptando la tecnología para reducir costos e involucrando a la comunidad, el proyecto SONABIO revela cómo podemos monitorear la biodiversidad y promover la conservación a través de los sonidos.
Felipe Villegas Vélez
Los bosques de San José del Guaviare son el escenario de una sinfonía natural que guarda un secreto: el canto del tucán al amanecer, el susurro del viento entre las hojas, el murmullo constante de las cigarras y el croar misterioso de las ranas resuenan día tras día como si se tratara de una orquesta finamente armonizada, pero esa composición no es la misma todo el tiempo. Unos intérpretes se suman solo en algunas épocas del año y otros son quisquillosos escogiendo su telón de fondo. Las hojas y los árboles escuchan esta canción todos los días, una melodía que cuenta los secretos más profundos de la naturaleza.
Las personas que habitan la región también perciben estos sonidos y de ninguna manera son ajenos a ellos. Reconocen el llamado del sirirí y el aullido distante de los monos con facilidad. Sin embargo, aunque sus oídos captan los fragmentos de esta orquesta natural, la tarea de recopilar, analizar y comprender el mensaje oculto en ellos no es tarea fácil y estaba fuera de su alcance.
Conscientes de esta limitación, la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) y el Instituto Humboldt implementaron el proyecto SONABIO, instalando 38 dispositivos acústicos en 15 fincas de familias campesinas del Guaviare, abarcando desde bosques primarios hasta pastizales y sistemas agroforestales. Estos dispositivos, conocidos como audiopolillas, registraron más de 43 000 archivos de audio, sumando 724 horas de grabación.
Más allá de la tecnología, el proyecto involucró a la comunidad local. Campesinos, docentes y propietarios fueron capacitados en la instalación y manejo de los equipos, así como en la interpretación de los datos. “Con estos equipos sabremos cuáles son los animales que producen esos sonidos tan hermosos. Al conocer el inventario de fauna, mi finca se va a valorizar” expresó en su momento Jaime Castillo, campesino y participante del proyecto.
El análisis de estos registros, que por su volumen se realizó con ayuda de inteligencia artificial, reveló la presencia la presencia de 286 posibles especies diferentes, de las cuales 48 especies de aves fueron identificadas como indicadoras del estado del bosque. Y fue así como el mensaje oculto en estos sonidos fue revelado: un bosque en buen estado suena diferente a uno en problemas y los animales son los encargados de anunciarlo a los cuatro vientos.
Así, el bosque continúa su concierto diario, pero ahora cuenta con aliados humanos que, haciendo uso de tecnología y conocimiento, están mejor equipados para escuchar, comprender y proteger esta invaluable sinfonía natural. La metodología desarrollada en SONABIO demuestra que es posible monitorear la biodiversidad, de la mano de las comunidades locales, sin invadir ni alterar los ecosistemas. Además, al ser de bajo costo y fácilmente replicable, puede implementarse en otros territorios, permitiendo que más comunidades se conviertan en guardianes acústicos de la naturaleza.