Próxima frontera: la cara azul de nuestro planeta
Desde la escuela nos enseñaron que los océanos cubren las tres cuartas partes de la superficie terrestre. Apenas hemos explorado el 5%, a pesar de que en volumen los mares representan el 99 por ciento del espacio habitable del mundo. Desde entonces, algunos nos hemos preguntando ¿por qué lo llaman Planeta Tierra?, ¿no sería mejor bautizarlo Planeta Mar o Planeta Azul?
¿Es posible que nuestra perspectiva fuese diferente hoy día si lo diéramos por hecho? ¿El desconocimiento de los océanos sería menor? A pesar de ello, el mar continúa siendo atractivo para una inmensa mayoría de personas y una meta de vida para quienes no tienen el privilegio de conocerlo aún o haber nacido cerca de él.
De lo que muchos no son conscientes en estos tiempos es de la importancia de los océanos para nuestra supervivencia como especie, pues ellos regulan el clima, el oxígeno del aire que respiramos y son la mayor fuente de proteína del planeta.
No obstante, y pese al desconocimiento de la cara azul de nuestro mundo, en los últimas dos décadas se ha incrementado la masa crítica frente a procesos de investigación y desarrollo, ciencia, tecnología, educación e inversión económica para avanzar en el conocimiento y entendimiento de nuestros mares.
Lo anterior, se ve reflejado en la
Evaluación Global de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicosi> publicada por la IPBES que, a diferencia de otros informes similares, introduce los sistemas marinos en el documento de forma paralela y equivalente a su homólogo terrestre con mensajes claves y contundentes.
Llaman la atención algunos de esos mensajes frente al deterioro global de la biodiversidad por el alto porcentaje de alteración de los sistemas marinos:
“el 66% de la superficie del océano está experimentando crecientes impactos acumulativos, y sólo un 3% fue descrito como “prístino”, es decir libre de la influencia humana. En 2015, el 60% de la población de peces fue sobreexplotada. Desde 1980 la contaminación plástica se ha multiplicado diez veces más, afectando al menos a 267 especies, incluidas las tortugas, aves y mamíferos marinos. Entre 300 a 400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se descargan anualmente en las aguas del mundo, y los fertilizantes que ingresan a los ecosistemas costeros han producido más de 400 "zonas muertas" en 245.000 km2 de océanos, un área mayor que la del Reino Unido.”
Colombia, no ajeno a este panorama, avanzó en fortalecer algunos frentes para reducir la pérdida de diversidad biológica, por lo que seguramente estos resultados se reflejarán en la
Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, a presentarse al país en 2020. Uno de los principales logros fue incluir la declaración de nuevas áreas marinas protegidas (AMP) en la agenda política nacional, sobrepasando la meta 11 de Aichi al 2020, en donde las naciones signatarias del
Convenio de Diversidad Biológica se comprometían a “cubrir el 10% de las zonas marinas y costeras, bajo sistemas de áreas protegidas, administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados y otras medidas de conservación eficaces basadas en áreas, integrados a paisaje marinos más amplios”.
En este sentido, Colombia alcanzó a finales del 2018 una cobertura de 14% en AMP, no obstante, aún existen vacíos de representatividad en ecosistemas y paisajes submarinos de ambientes profundos como corales, bancos de esponjas, fumarolas frías, cañones y montes, ya que el 80% de las áreas marinas protegidas se encuentran sobre la plataforma continental y ambientes someros; así mismo, está en deuda una mejora en la gestión que asegure la efectividad de manejo de estas zonas y su conectividad.
Para los años venideros tenemos una oportunidad única, ya que nunca antes en la historia de la humanidad se le había dado una mirada a la importancia de los océanos. La ONU ha proclamado el periodo 2021-2030 como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, comprometiéndose a movilizar a la comunidad científica, políticos, empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación e innovación tecnológica.
En Colombia, luego de la Evaluación Nacional, esperamos tener elementos sobre una base científica robusta que definan una carta de navegación clara que nos permita estar a la altura de las expectativas como uno de los países más biodiversos del planeta, pasando de la retórica en los escenarios internacionales a la acción con resultados tangibles que revelen la frontera azul.
Publicado el día 09 de octubre de 2019 | Por: ENBSE