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Wilber López


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El Programa Apoyos a la Investigación, derivado del convenio de cooperación Fibras firmado entre el Instituto Humboldt y Ecopetrol, marca un precedente en el país al inaugurar una estrategia pionera de alfabetización en registro y monitoreo de la biodiversidad para públicos no expertos, y así mismo disponer de Ecoreservas como “laboratorios vivos”, donde estudiantes universitarios de pregrado y posgrado pueden culminar sus proyectos de investigación, mientras aportan al conocimiento de diversos grupos biológicos de flora y fauna nacionales.

Desde la distancia física y geográfica, causada por la contingencia derivada del Coronavirus y que ha transformado la vida en una versión en pantalla de lo que fueran diversos espacios de socialización públicos o privados, abrimos la conversación para entrevistar a los participantes de este selecto grupo de estudiantes investigadores que provienen de distintas ciudades, universidades y programas académicos del país.

Wilber López Murcia, es estudiante de pregrado de la Universidad Nacional de Colombia en la sede Bogotá, actualmente tiene 29 años, es un buen seguidor de los videojuegos, esos mismos que lo distraen y que en tiempos de ocio le permiten pasar el rato, como él dice “dependiendo de la época del año”.

Y es que estar ocupado para Wilber significa mucho, es una persona bastante dinámica e inquieta, lo que hace que permanentemente esté buscando que hacer, inclusive en temporada de vacaciones, época en la que no deja a un lado su vocación. Por ejemplo, durante esos tiempos de descanso, ha colaborado como auxiliar de curaduría en la Colección de Entomología de la Universidad Nacional. “Estoy muy cerca de la parte académica, siempre haciendo algo”, asegura Wilber López quien asegura su tiempo libre en actividades como cursos, buscando siempre estar aprendiendo. Inclusive quien creería que ese constante aprendizaje le ha permitido incursionar en el mundo de la programación, una de sus mayores pasiones, pues Wilber considera que puede aplicarlos a la biología, “es la vida la que le está diciendo a uno que todo lo que se aprende siempre le estará sirviendo para algo”. Esa es la conexión que siente con el aprendizaje.

Este joven bogotano, aparte de estar conectado con la ciencia y el estudio, también dedica sus tiempos de esparcimiento a la práctica del deporte y la música. Esta última, logró seducirlo por allá en el 2008 o 2009, cuando se dió cuenta de su afinidad particular por el sonido que emitían las cuerdas de una guitarra, la misma que ha sido causante de generarle especial empatía, y a la cual le dedica varias horas de práctica como un camino a la liberación del estrés.

Murcia, bogotano de nacimiento y biólogo por vocación se dio cuenta que desde muy pequeño tenía una gran inclinación por la ciencia, algo que siempre le ha gustado, tanto así que desde los 14 años, comenzó su especial interés por la biología. Una pasión que nació el día en el que su mamá le regaló un librito de biología de conceptos básicos, el cual leyó con especial interés, y a partir de ahí todo fue diferente, empezó a descubrir que esa ciencia también involucraba la matemática, física, química, áreas en las que él se sentía muy cómodo a la hora de aprender. “Entonces dije, bueno, pues es una carrera muy chévere, quisiera enfocarme en esto, porque ya reúne muchos temas de los que me interesan, la verdad”. Para este momento Wilber ya tenía 20 años cuando decidió entrar a estudiar biología. Estaba tan decidido de lo que quería, pero como las cosas que se visualizan a veces no salen como uno quiere, pues se fue dando cuenta que la universidad a la cual había ingresado no le brindaba lo que tanto anhelaba, después de un par de semestres decidió cambiarse. En este momento de su vida ya bordeaba los 24 años, y su inclinación por cambiar lo que tanto anhelaba estaba en pie, hecho que le permitió abrir sus horizontes e ingresar a la Universidad Nacional de Colombia, claustro académico donde realmente sintió conexión con su profesión y dónde pudo enfocar sus estudios. Su determinación ha tenido frutos, ya que esto es a lo que se quiere dedicar el resto de su vida.

Sin embargo, esta decisión de comenzar de ceros, desde primer semestre le traería a Wilber sensaciones como pensar que ya estaría demasiado viejo para empezar de nuevo. “Entonces, como que pues a uno siempre le entra el pensamiento que ya me siento muy cucho para esto…y uno tiene que llegar al momento que tiene que estar, pero esa piquiña de la edad me da como un no sé qué… (risas)”.

Un mundo académico sin fronteras

Desde el proyecto de grado Wilber viene trabajando con la caracterización de la comunidad de dípteros, es decir los mosquitos, para él, es bueno mantener esa línea de estudios, hecho crucial que lo llevó a ingresar al proyecto Fibras, donde tuvo la oportunidad de enfocar sus conocimientos en el grupo de entomología a través de la recolección de insectos coleópteros como escarabajos, chinches, abejas, mosquitos y zancudos a través de trampas Malaise. Fue la entomología esa ciencia que estudia los insectos y otros artrópodos de interés sanitario la que “atrapó” a Wilber”Yo me presenté para el grupo de mosquitos y zancudos, dado que fue un objetivo muy similar entre el de mi tesis de grado y el que tenía el proyecto Fibras”.

En este proyecto Wilber ha tenido la oportunidad de trabajar en la caracterización a través de trampas ubicadas en diferentes lagos de la zona desde la ecoreserva La Tribuna, donde su objetivo, entre otros, ha sido observar el cambio que hay de las especies entre una u otra zona, aspectos que llevan a pensar el por qué del volúmen de la población de ciertas especies en determinado lugar u otro. Así mismo, ha sido interesante observar los procesos de restauración que han sucedido en el área, ya que, hace como 20 o 25 años eran zonas de potreros, prácticamente ganadería, afirma Wilber.

El aprendizaje de Wilber en La Tribuna

Como parte del trabajo desarrollado por Wilber ha sido de vital importancia el análisis de muestras extraídas de la ecoreserva a la sede de Bogotá. Por ejemplo, ha sido interesante el análisis de las muestras tomadas en épocas de lluvia y por otro lado colectas en época de sequía. Explica Wilber que ahí se puede describir cómo el clima influye la entomofauna en el comportamiento de las diferentes especies, por ejemplo, “hay muchas familias a nivel taxonómico que en una época son muy abundantes y en otras muy escasas”. Precisamente hay una familia de dípteros, es decir, mosquitos “pequeñitos”, que en épocas de sequía pueden existir hasta 500, pero en temporada de lluvias su población desciende hasta 70 o 50.

También ha sido interesante analizar en términos de la localización geográfica de las trampas, aspectos como la presencia de determinado grupo de organismos en zonas o áreas específicas donde habitan especímenes dominantes, que en otras áreas no se encuentran.

Entre el conocimiento y la comunidad: Los biomonitores

En términos generales este ha sido un gran reto para jóvenes profesionales como Wilber, quienes, han ido construyendo nuevas oportunidades de interacción y conocimiento con el entorno. Wilber se ha encontrado con la necesidad de explorar un nuevo lenguaje que le permita darse a entender con la comunidad, ya que como él mismo dice “a veces relacionarse con otros profesionales es más fácil porque utilizamos cierta terminología”. Sin embargo, lo importante para destacar es que la comunidad se ha mostrado interesada por aprender este lenguaje científico, con la necesidad de conocer cuáles son los organismos que están presentes y también cuál es la dinámica que ellos cumplen en ese ecosistema. Ver “ese amor” por querer conocer, preguntarse constantemente ¿qué es esto?, ¿por qué ocurre esto?, ¿cómo lo pude identificar?, hacen que esta labor cada vez sea más relevante. Cabe resaltar la función de los biomonitores, personas de la comunidad que hacen parte de este proyecto y que desde el empirismo aportan a la construcción de conocimiento. Jamir Diaz, es uno de estos personajes que siempre muestra mucho interés, muy receptivo “muy animado”, siempre está anotando. En general, dice Wilber, para ser personas que nunca habían tenido un acercamiento tan académico como este, “me dejó impactado, ya que están aprendiendo rápido, en tan poco tiempo, la verdad, pues ha sido mucha experiencia”.

Finalmente, Fibras ha llegado para ser un modelo replicable en el país y eso lo sabe muy bien Wilber, de hecho, él cree que hacer proyectos como este son muy interesantes, pero sobre todo, el hecho de vincular a la comunidad al conocimiento, pues Wilber agrega que “...es un bien a fin de ahí que pues a veces de qué nos sirve de matarnos?, o bueno, los expertos, matarse identificando bichos y todo eso si solamente se queda como en unos papers…”. Es Fibras un proyecto enriquecedor y valioso para la comunidad, quienes se apropian del valor de sus territorios y aprenden sobre cómo combatir problemáticas como la pérdida de biodiversidad, el conocimiento de los organismos y su función en estos ecosistemas y territorios.